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SERVIDOR "Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sr mismo y nmguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si mo– rimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor" (Rom 14, 7-8). Se cuenta de un rey que fue de caza al monte. Persiguiendo a un venado, hubo un momento en que se perdió. Al fin encontró a un pastor. Es idílico, democrático, hablar con los pastores. El rey le preguntó: -¿Cuánto ganas tú? Toda la honda filosofía de sus años de soledad afloró a los labios del pastor: -Lo mismo que Su Majestad... -¿Cómo sabes que soy el rey? -Porque tengo su imagen en esta moneda y porque sabía que hoy vendría a cazar al monte, por eso mandaron llevar el rebaño para otra parte. -¿Y cómo es posible que ganes tanto como yo? ¿Sabes cuán– to gano yo? -Su Majestad gana el cielo o el infierno, lo mismo que yo. La respuesta no parece de un pastor. Parece de San Pablo que escribió en la carta a los Romanos que comentamos: "Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor". "Por eso, cada cual dará cuenta a Dios de sí mismo". Hemos sido creados por el Señor, ante todo y sobre todo, pa– ra su servicio. Somos servidores de Dios, incluso -o quizá enton– ces más- cuando servimos a nuestros hermanos. La vida nos ha sido entregada como una fuerza y energía, a fin de gastarla y desgastarla en el servicio del Señor. Cuando lle- -240-
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