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más o menos hicieron todos los santos. Como un eco de estas pa– labras eran los anhelos que manifestaba San Ignacio de Antioquía cuando iba a Roma camino del martirio: "Fuego, cruz, cuerpo a cuerpo con las fieras, laceración, descuartizamiento, dislocación de los huesos, mutilación de los miembros, trituración de todo el cuerpo; que los más crueles suplicios imaginados por el diablo cai– gan sobre mí, con tal que solamente posea a Jesucristo". Jesús, el buen amigo. ¡Cuánto ha hecho por nosotros! ¿Sería– mos capaces de sufrir un poco, de hacer un poco, por él? -238-