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Amigos, así amigos en sentido pleno, sólo Jesús. El es el amigo ideal. ¿Qué amigo quisieras tú? -.:pues un amigo que no me huyese en la enfermedad. Incluso que me visitase con frecuencia en esta enfermedad. Que me hiciese compañía. Con el que tuviera una gran confianza, para decirle que viniese cuando me apeteciese o que me dejase cuando estoy cansado. ¿Se puede encoritrar un amigo así? Creo que únicamente Jesús. Con él podemos coloquiar conti– nuamente. El nos ha incorporado a sí mismo. Está presente en nosotros. Le podemos hablar y nos escucha. Le podemos dejar de hablar cuando nos apetezca y no se molesta. Está a nuestra dispo– sición siempre que le necesitamos. Y aunque todos nos abandonen, él nunca nos abandona. Quisiera un amigo compasivo. Compadecer sin aplanar. ¡Qué difícil es eso! Eso fue lo que hizo Jesús, por ejemplo en el caso bien manifiesto de su amigo Lázaro. Lloró. No sintió vergüenza de llorar. Pero llenó de esperanza el alma de sus hermanas. Las su– blimó a la fe, aun antes de hacer el milagro. Ese podría ser el ami– go que te compadeciese en tu enfermedad, pero dlejando siempre ese resquicio a la esperanza de que tus días de postración no son inútiles, que tú puedes superar esa crisis y que puedes salir forta– lecido de esa crisis, en todos los sentidos, sobre todo en el senti– do espiritual. Quisiera un amigo que me hubiera demostrado y me demostra– se su amor, su amistad por mí. ¿Dudas de Cristo? El se entregó por ti. Se hizo como tú, hombre, para acompañarte en el camino de la vida. El se hizo alimento para tu alma. Le puedes recibir euca– carísticamente siempre que quieras. El murió en la cruz por ti. ¿Quién más ha muerto por ti? El resucitó como prenda de tu resu– rrección. Para que ni te asuste la enfermedad o la muerte. ¿Hay alguien que pueda dar más? Creo que merecen meditarse despacio las palabras de San Pablo. Y también lo que él dice al final de esta su carta. Es lo que él hizo por Cristo en justa y pequeña compensación y poco -237-