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¿por qué tratamos de enrevesar lo sencillo? ¿Por qué queremos enmendar la plana, y los planes, al mismo Dios? Nosotros queremos orar a nuestra manera. Con lo cual estro– peamos la oración. Porque interponemos entre Dios y nosotros, la muralla del orgullo, del resentimiento, de la agitación, de nuestra oronda sabiduría. Nosotros quisiéramos ser escuchados inmediatamente. Y escu– char el eco de nuestra voz en el seno de la divinidad. Como cuando tocamos el timbre delante de una puerta, y lo oímos, y queremos que inmediatamente, automáticamente, nos abran. Si no vuelta a llamar, a perder los nervios. ¡Cuántas veces perdemos los nervios en la oración! Y hay que orar según Dios quiere. Y Dios lo único que quiere es que oremos mucho. Que ya el Espíritu se encargará de ense– ñarnos a orar bien, a pedir lo que nos conviene, a interceder por nosotros. "Una vez que Dios conoce nuestras necesidades, sólo espera que se las manifestemos constantemente, como si quisiera que nos pusiéramos pesados; pero lo que intenta en realidad es que des– cubramos hasta qué punto nos es necesario que veamos su supre– mo valor, que le expongamos nuestras necesidades. Son la ocasión de una conversación con él, como conversa un hijo con su padre" (B. Bro). ¿Quién puede dudar de estas afirmaciones? Está condensa– do en ellas lo que dice el Evangelio. Dios no necesita que le con– temos lo que necesitamos, pues lo sabe antes de que se lo digamos. No necesita que nos pongamos como pecadores delante de él, pues para salvarnos de nuestro pecado envió a su propio Hijo. Necesita que le consideremos como Padre, pues eso es lo que principalmen– te quiere ser. Una lección que nunca debiéramos olvidar y apren– der siempre. "El gran medio por el cual se comunica Dios al hombre es la oración. El tiempo que dedicáis a orar es el tiempo de la encarna– ción de Dios en vosotros" (Evely). -223-
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