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la tiene el vecino. Es sin duda un gran invento. Hacemos bien en verla. Pero no os parece ¿que está ahí para hacernos olvidar las pe– nas? Sus películas, sus comedias, sus concursos son una evasión, un hacer olvidar el panorama gris de cada día. Y el relleno de los anuncios una incitación a tener más, a comprar más, a vivir mejor, mas cómodamente. El trabajo lo consideramos como un deber inmensamente eno– joso. Lo hacemos porque lo tenemos que hacer. Pero cómo anhe– lamos esos momentos de ensueño ante la cajita mágica que se en– ciende y se apaga a voluntad. Y con un sueño de felicidad nos va– mos a la cama. Nada tenemos contra la televisión. Es un gran invento. Y cosa buena es si bien usamos de ella. Pero es como el compendio de todo lo que el hombre ha inventado a lo largo de la vida para olvi– darse de su sufrir: el teatro, las competiciones deportivas o de otro género, el cine ... No obstante, de vez en cuando, se cuela por ella esa mala no– ticia que rios hace aterrizar sobre el planeta que es azul desde le– jos, pero desde cerca es gris, oscuro a veces, cruel, violento ... , mu– cho más violento de lo que quisiéramos. La sangre también se de– rrama sobre el mundo. Y en la vida personal de cada uno, llega una enfermedad que nos postra, que nos hace perder el gusto por todo, y que nos re– cuerda eso de que la vida es una cruz. Cruz de trabajo, de incom– prensión, de calumnias a veces, de lucha, de separaciones doloro– sas, de muerte. ¿Nos debe acobardar esto? No. Nos tiene que hacer confiar en Cristo que es nuestra fortaleza. Tenemos que caminar hacia él. En "este camino de la cruz lo que cuesta es el primer paso", dijo un santo. Y aunque no seamos santos, somos cristiar;ios. Y sabemos que no estamos solos. Que él fue delante, en la cruz y en la gloria. Y "el compartir sus sufrimientos es señal de que compartiremos su gloria". -201-

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