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¡L 1 8 E R A C I O N! "Hermanos: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de es· clavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: iAbba! (Padre)" ( Rom 8, 14· 15). (U.E). Estoy seguro que alguno al leer el título de este comentario, pensó que se trataba de un grito subversivo. Y lo es, según se mire. Porque Cristo fue un rebelde en el mejor sentido de la pala• bra. Su lucha fue contra los barrotes de una ley que quería ahogar el espíritu de Dios. Si seguimos la vida de Cristo nos damos perfectamente cuenta que fue una lucha sorda contra las leyes farisaicas que impedían toda liberación de los espíritus. El no vino "para abolir la ley, sino para llevarla a su plenitud". Y la plenitud de la ley es el amor. El hacer las cosas con amor y para el Amor, así con mayúscula. No le comprendieron. Le persiguieron por hacer el bien en sábado. Por caminar en sábado, por coger espigas en sábado. Por no lavarse las manos antes de comer. Por... ¿Por cuántas minu– cias le persiguieron aquellos que no comían el huevo que una ga– llina ponía en sábado? Aquellos que después de crucificarle, pi– dieron que bajasen su cuerpo en la tarde del viernes, para que no estuviese su cuerpo en la cruz en sábado... ¡Colmo de hi• oocresía! La liberación de Cristo fue contra una ley que axfisia a los hombres, que les atosiga, que es como una selva que no deja ver los árboles. Ni el sol. Ni la luz. Sin darse cuenta que lo importante es servir a Dios con recti- -198-
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