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EL PECADO: DEICIDIO "La ley se introdujo para que creciera el pecado; pero si cre– ció el pecado, más desbordante fue la gracia. Y así como rei– nó el pecado causando la muerte, así también, por Jesucristo nuestro Señor reinará la gracia causando la salvación y la vi– da eterna". (Rom. 5, 20-21). Damos un paso más y nos encontramos con ese hecho que es– tremece toda la Biblia, especialmente el Evangelio: El pecado es un deicidio. Dios ha muerto por nuestros pecados. Los pecados de los hombres lo han matado. Lo hemos matado nosotros. Tú y yo. Por muchas vueltas que le demos y por muchas interpretaciones bi– zantinas que busquemos, si somos sinceros, tenemos que llegar a esa conclusión. Lo que sucede que a nosotros todo lo que suena a muerte, a crimen, a sangre, nos estremece profundamente. Desde el crimen, de Caín, sobre su hermano Abel, cuya sangre clamaba contra él. ven ganza, desde la tierra hasta la última sangre derramada este último fin de semana sobre la cinta fría de la carretera. Pero ninguna sangre como aquella que se hizo barro sobre el polvo del mundo para nuestra salvación. El Calvario es el eje del mundo. S. Pablo, en esta carta entre– mezcla como en un cóctel inspirado los diversos términos -tan repetidos en estos comentarios- de vida y muerte, pecado y gra– cia, condenación y salvación ... , para decirnos que "reinará la gra– cia causando la salvación y la vida eterna". Pero a consta de cuán– to sacrificio por parte de Cristo. "Canceló la nota de cargo que ha– bía contra nosotros, la de las prescripciones con sus clausulas des– favorables y la suprimió clavándola en la cruz". Nos dice S. Pablo en su carta a los Colosenses 2,14. Y en su carta a los Filipenses 2, 6-8, resume toda esa aventura -186-

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