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DERROCHE DE GRACIA "Hermanos: Por el pecado de un solo hombre, comenzó el rei– nado de ta muerte. Cuanto más ahora, por un solo hombre, Je– sucristo, vivirán y reinarán todos tos que han recibido un de– rroche de gracia y el don de la salvación". (Rom. 5,17). Decía el poeta hindú, Tagore: "Líbrame de este pasado sin cumplir, que se cuelga a mi espalda, y me hace difícil mi muerte". Esa es la angustia íntima de los que no tienen nuestra fe. Por– que existe una conciencia ineludible en todo hombre que le hace patente que se necesita algo para purificarse de tantas manchas co– mo la existencia echa sobre nuestra alma. Del lastre de la vida. Nosotros sabemos que Cristo arregló las cosas que había des– arreglado el pecado del primer hombre. San Pablo nos lo recuerda hoy: "Por el pecado de un solo hombre comenzó el reinado de fa muerte. Cuánto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la salvación". Lo más consolador es que Cristo no lo arregló únicamente mientras estuvo en la tierra, sino que lo dejó arreglado para siem– pre. Planificó toda su salvación para que eso llegase hasta el final de los tiempos. Para que nosotros nos podamos aprovechar de su gracia cada día de nuestra vida y sobre todo en la hora de la muer– te. Esa actualización de la redención de Cristo tiene un nombre muy concreto: LOS SACRAMENTOS. En orden a preparar nuestra alma para el encuentro definitivo y eterno con Cristo, tenemos los tres grandes sacramentos de la confesión, comunión y unción de los enfermos. -178-

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