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DESCANSAR EN PAZ "Ahora dormiría tranquilo, descansaría en paz, lo mismo que /os reyes de la tierra que se alzan mausoleos; o como los no– bles que amontonan oro y plata en sus palacios". (Job 3, 13- 15). El anhelo común. ¡Descansar en paz! Tener un trozo de tierra, una lápida funeraria y mucho mejor un mausoleo. Pero en definiti– va todos duermen en paz. ¡La paz de la tumba! Es un dormir sin sueños ni ensueños. Sin que a uno le duela ninguna célula del cuerpo que se está descomponiendo. Es interesante examinar ese anhelo universal de tener algo aquí en la tierra para después de morir. Se encuentra uno con gen– tes que le piden como sumo favor: a mí no me dejen aquí. Lléven– me a enterrar allá al cementerio de mi pueblo. Con los míos. Y se van los muertos a los cementerios de los pueblos que quedan des– habitados de vivos. No valen las consideraciones de que si los pueblos se quedan sin gente, mucho menos la visitarán y rezarán por su cuerpo. No valen consideraciones. ¿Qué decir ante esa ansia universal y común? Merece un respeto imponente, aunque algunos hechos nos parezcan absurdos. Como el de la castañera del cementerio de Génova que se pa• só la vida malviviendo, aperreada, trabajando duramente, para te• ner una buena tumba a la hora de la muerte, con su estatua y todo. A mí, personalmente, aquella estatua, barroca de castañas, me parece la glorificación del absurdo. Pero ... En cristiano ese anhelo universal lo podemos traducir por el R.I.P. de las lápidas y de la liturgia. -16-

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