BCCCAP00000000000000000000808

Nos ha hecho sus amigos, porque en primer lugar ha barrido de nuestras almas todo lo que nos hacía enemigos de Dios: El pe– cado. "El cargó con nuestros pecados". "El se hizo pecado por nosotros". El pasó por pecador ante el Padre, para que nosotros no pasásemos como pecadores. En segundo lugar, sabemos muy bien que la amistad iguala a las personas, borra las fronteras, los clasismos. Por ejemplo en 1973 "la boda del año" fue la de la princesa Ana de Inglaterra con el Capitán Phillips. Una boda que entusiasma a las imaginaciones románticas que están acostumbradas a que en las novelas el duque se case con la doncella, o el di rector con la secretaria. Por eso el no tener en cuenta la falta de "sangre azul" del capitán, y que el amor triunfe por encima de todo, es un éxito. Pero estamos seguros que pronto le darán a él un título nobiliario, le harán una transfu– sión de sangre azul. Será algo postizo, pero será. En Cristo no ha sido algo postizo. El "se hizo hombre para que los hombres fuesen Dios". El fue la vid para que nosotros fuésemos los sarmientos. El nos injertó a sí mismo. El creó la gracia santifi– cante que es un "ser divino que nos hace criaturas divinas". Que nos diviniza. El pudo hacerlo y él lo hizo. Más igualdad no se pue– de dar. Llegó hasta el límite. Incluso nos hizo hijos de su mismo Padre, del cual él es el Primogénito. ¿Qué más? Nosotros quisiéramos un amigo fiel. Que no nos fallase nunca. ¿Cuándo nos ha fallado Cristo? Nosotros le hemos fallado a él muchas veces, pero él a nosotros... Quisiéramos un amigo comprensivo. Nadie mejor que él comprende nuestra fragili– dad, nuestras constantes caídas. Tanto que instituyó un sacramen– to que es el que más se puede recibir, más que a él mismo en la co– munión, y es el sacramento del perdón. Quisiéramos un amigo ilustre. Buscamos las amistades que nos aupen en la vida, que sean como un trampolín de lanzamiento ha– cía arriba. ¿Quién más ilustre que Cristo el Hijo de Dios, el centro de la historia? Quisiéramos un amigo que no nos abandone nunca, -175-