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partido. Entrelazados por las manos. Sólo la diestra de él en acti· tud de querer nadar hacia fuera. Los ojos muy abiertos y mirándo– se. Muertos. Unidos hasta en la muerte. El muriendo por ella. O al revés. ¿Quién lo sabe? Esto nos parece trágico y sublime. Nos lo imaginamos casi. Pero tenemos una certeza plena de que ha habido un hombre que ha muerto por mí, por ti y por el otro: Jesucristo. El caso de la muerte de Cristo es único. El fue lanzado a las playas del mundo precisamente para morir por nosotros. Recordar su caso es recor– dar toda la historia de la salvación. Porque desde siempre él volun– tariamente se ofreció para salvarnos. Y a lo largo de la Biblia re– suenan las voces de los profetas, abriendo un gran portón a la es– peranza: "El llegará y nos salvará". No fue como una gran propa– ganda. Sino un anuncio para que la humanidad no se desesperase y para que los hombres se aprovechasen de esa salvación única. Porque cuando llegó no llegó resplandeciente de poder como pensaban los israelitas deformando los escritos de los profetas. Lle– gó humildemente, anónimamente. Nadie le conoció. Se mezcló completamente entre los hombres hasta parecer uno de tantos. Se encarnó en nuestra carne. Y aunque sus milagros resplandecieron, y sus palabras le acreditaron suficientemente como para que todos creyesen en él, sin embargo muy pocos creyeron en él. Pues inclu– so él escogió una muerte que nunca un judío quería para sí. Que jamás la ley daba a un israelita: la muerte en cruz. El quiso demostrarnos cuánto nos amaba. Cómo escogía, pre– cisamente esa manera de morir, propia de esclavos y de maleantes, para decirnos que su amor era sin comparación a ningún amor hu– mano. El mismo dijo: "Nadie ama más que el que da la vida por sus amigos. Y yo voluntariamente la doy". S. Pablo corrige a Cristo. Y nosotros nos atrevemos a repetir las palabras de S. Pablo. Apenas si uno moriría por una persona buena. Quizá en un momento de pe– ligro nos tiraríamos a salvarlo. ¿Pero pensando las cosas friamen– te? Y ¿por un impío?... Cristo se tiró del cielo a la tierra justamen– te para salvarnos a nosotros, a costa de su vida. Dando toda su -17"1-

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