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UN HOMBRE HA MUERTO POR MI "En efecto, cuando estábamos todavía sin fuerza, en el tiem– po seí'íalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien, tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros" ( Rom 5, 6-9a). Morir por otro debe ser emocionante. Por lo que se lleva de carga de amor en el corazón y por el agradecimiento eterno del otro. No he visto a nadie morir por otro. Pero sí vi a dos personas muertas, por querer salvar él a ella de morir. Fue en una playa del norte, brava y traicionera. Habían ido a bañarse. Habían dejado el coche en la misma playa, pues era una playa solitaria. Habían disfrutado de la brisa, del amor- eran unos recién casados- del sol, del día libre que les permitía escapar de la gran ciudad. Se acercaron a bañarse una vez más. La espuma les vestía de blanco los blancos cuerpos. Era delicioso nadar mar adentro. Al fin hicieron pie para descansar. Y fue entonces cuando notaron que la resaca les chupaba la arena bajo los pies. Inten– taron salir... El hubiera salido, era más alto, más fuerte, mejor nadador. Pe– ro a ella la resaca se la llevaba lentamente. El se avalanzó a co– gerla como un león a la presa que le llevan. Se entrelazaron los brazos. El mar se los fue llevando. El con su diestra quería coger las crestas de las olas para salir. Le quedaba sólo, entre los de– dos, la espuma frágil. .. Encontraron en la playa el coche, la ropa. No encontraron más. ¿Quiénes serán? ¿Y habrán muerto de verdad? ¿Se habrán ido a algún sitio? Pero llegó la noche y todo seguía igual. La ma– , rea del amanecer les lanzó otra vez a la playa de donde habían -170-
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