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Pues dijo que había venido a buscar a los pecadores, a per– donarlos siempre. No vino a juzgar, a condenar, sino a perdonar. Su gozo es perdonar, y nos asegura que en el cielo habrá más alegría por un solo pecador que se arrepiente que por noven– ta y nueve justos que no tienen necesidad de penitencia. Es como el padre que espera siempre. Como la mujer que bus– ca hasta encontrar esa chispa de bien que yace en medio del lodo de nuestra maldad. El carga con nuestras miserias, se hace pecado por nosotros, y derrama su sangre por nosotros. Toda y para siempre. Has– ta la consumación de los siglos. Hasta la consumación de los pecados. El es el que concede el poder de perdonar los pecados, total y divinamente, sin fronteras, en la tierra y en el cielo. Para que los hombres encontremos la paz. Y sobre todo, el perdón ... "Os anunciamos que por él se os perdonan los pecados". ¿Hubo alguna vez un anuncio más gozoso? Sólo cuando los ángeles anunciaron la gran alegría del nacimiento del Salva– dor de los hombres. En esa alegría, en ese anuncio, iban en germen todos los de– más. Todas las religiones hablan de pecado y de perdón. Algunas lo ofrecen luego de no sé cuantas transformaciones, otras de multitud de leyes. la nuestra lo da, por él. Así de sencillo. -165-

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