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Pues si el triunfo es del espíritu, disminuirán las violencias, las guerras, los egoísmos, las contaminaciones de quienes no les im– porta lanzar veneno sobre el mundo ... Y sobre todo aumentará la fe en la pervivencia en un mundo mejor. San Pablo viene a recordárnoslo hoy. A pesar de la corrup– ción ambiente, a pesar de nuestra propia corrupción, nosotros es– tamos llamados a la incorruptibilidad. Estamos de ello completamente ciertos: Nos lo aseguran las promesas y la realidad. Las profecías desde siempre hablaron de esa incorrupción, de esa vida eterna del Hijo, de esa resurrección. Mentes estrechas podrían aplicarlo a David el más grande de los israelitas, pero sabemos que murió... Eso tiene fácil aplicación en el descendiente de David: Jesús. Porque además el hecho de su resurrección es algo plena– mente comprobado. S. Pablo nos cita en otra parte una serie ex– haustiva de testigos. Y se pone él mismo, con su vida y su voz por delante para gritarlo a todos los vientos. La cosa es cierta. Y por ello, alegría. Pues Cristo es la cabeza de los cristianos. La cabeza ha surgido ,primero a la vida eterna. Detrás todos nos– otros ... Sus cartas están llenas de estas reflexiones, que nosotros no necesitamos para convencernos, pero sí para animarnos en la alegría de la espera. , El naturalista tenía en la palma de su mano una larva. Se ha– bía arrastrado por el '·suelo. Cualquiera al pasar hubiera podido aplastarla. Un pájaro cayendo como una flecha sobre ella la hubie– ra podido devorar. Ahora estaba en manos del naturalista. Mano cáli.da de cariño y de vida. Y pensó él: Un día, de esta larva que parece más miserable que el lodo de los caminos, surgirá una mariposa multicolor y esplendorosa. Y todo el sol del cielo y toda la primavera de la tierra será suya. ¿Quién lo. iba a decir? Nosotros, a pesar de las malas noticias, de los agoreros de calamidades, esperemos. Estamos en las manos de nuestro Padre. Confiemos en él en esta vida y para la otra... -163-

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