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HACER EL BIEN "Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el Bautismo, aunque la cosa comenzó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él". (Hech. 10, 37-38). Bello y exacto resumen de la vida de Cristo. El fue todo bon– dad. Fue el sembrador del bien y dejó huella en la tierra. Su cruz es cruz redentora para todos los hombres. Nosotros somos los bene– ficiarios de ese bien de Cristo, porque estábamos "oprimidos por el diablo". Mas, Cristo buscó hacer discípulos e invitó a éstos a seguir sus huellas, aunque fuese cargando con la cruz de cada día y si– guiéndole. Podemos cumplir el deseo de Cristo, haciendo el bien de cada día, y pasar por este mundo nuestro, donde somos pere– grinos, haciendo el bien. Bonito programa, pero muy difícil. El hombre -tú, yo y otro– estamos inclinados hacia el mal. Podemos gritar como S. Pablo "hago el mal que no quiero". Tanto es esto así que en la Escritura se alaba, como a un santo, al hombre que pudo hacer el mal y no lo hizo. Y dejando la Escritura a un lado, la experiencia nos dice a cada uno de nosotros con qué facilidad hacemos el mal, juzgamos mal, nos dejamos llevar del egoísmo, de la concupiscencia ... A ve– ces nos damos miedo a nosotros mismos. Aquello de José de Mais– tre: "Conozco sólo el corazón del hombre bueno, y sin embargo me da miedo". Lo cual quiere decir que para hacer el bien necesitamos dos cosas: la gracia de Dios y el esfuerzo personal. La gracia de Dios no nos falta. Cristo nos injertó en él mismo para que sorbiésemos de su misma savia. Nos propuso un programa excelso de perfec– ción y de caridad, porque sabía que teníamos capacidad radical de realizarla. Instituyó unos sacramentos que son fuentes de gra- -154-
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