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enfermedad que le ha ido doblegando poco a poco como en una guerra de gladiadores. "Descanse en paz". A muchos agonizantes le toca asistir a uno. A algunos se les ve extinguir como una hoguera que se hace brasa y al fin ceniza. A otros; hombres fuertes, en plenitud de salud, que les ha agarrado un cáncer con su mordisco mortal, que se encuentran con vitalidad para la lucha, se les nota que la vida se defiende bravíamente. Van perdiendo el apetito, el habla, la vista, el tacto, la respiración se hace entrecortada. No están descansados en ninguna postura. Hay siempre dos manos cariñosas y caritativas ahuecando una almoha– da o cambiando un cuerpo de postura. Cuando al fin pierde el alien– to de la vida, uno respira, porque él descansó. Sabía uno que no había nada que hacer. Quizá hasta el médico, entre sincero y brutal, había dicho: Si fuese familia mía, no le pondría ninguna medicina, nada extraordinario, porque no hay nada que hacer. Dejarle morir. No hay remedio. Pero uno se resiste a acatar esos consejos. Y le vio luchar contra la muerte. Casi se veía a la muerte ir enroscándo– se a su alrededor en el lecho del agonizante. Y al fin ... Pues eso, descansó en paz. Esto es mucho más verdadero cuando se trata de la paz de Jesucristo. Que él mismo dijo que no era como la que da el mundo. Que se fue delante de nosotros para prepararnos una mansión eter– na donde estar con él. El cementerio, cristianamente, se llama, lu• gar de dormición. Allí duermen los cuerpos, ese sueño en comple– to reposo, ese sueño tan reconfortante que hará que sólo se levan– ten, gloriosos y triunfantes, para la cita final con Cristo, para reu– nirse, también, con las almas. Para que eso pueda ser así, tenemos que completar la obra encomendada a cada cual en el mundo. Esa paz, en su raíz y en su finalidad, es. precisamente el trabajo completo, terminado, después del cual nos podemos sentar para disfrutar de la paz bien ganada: paz para el cuerpo y para el alma. Relax y satisfación. Recupera– ción de fuerzas y premio. Qué bien si al final de nuestra vida, la li– turgia puede decir con toda verdad: "descanse en paz'.'. ---:i53-
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