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suele tener carácter de signo. Se hace para que se crea algo. Pe– ro sucede que la fe es la fuerza motriz del milagro. Este es el caso. Pedro dice del lisiado: "Su fe le ha restituido completamente la salud". La fe es la gran palanca que apoyándose en el corazón y bondad y poder de Dios mueve el mundo de lo ex– traordinario. Por ello Cristo, antes de hacer los milagros, pedía fe. Por eso dijo: "Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a esta montaña"... ¡La fe que traslada montañas, que arranca árbo– les... ! ¿Existe hoy esa fe? Nos cuentan que en Norteamérica ha surgido un movimiento cristiano-carismático que consigue efectos sorprendentes, cura– ciones portentosas. No podemos comprobarlo. Pero sí decir que donde hay fe hay milagro. Por lo menos el gran milagro de la fe en este mundo secularizado. Entonces ¿por qué ahora no se consiguen esos portentos? En primer lugar habrá que atribuirlo a nuestra poca fe. Eso es un tan– to negativo. Pero además, por la finalidad de los milagros, que he– mos dicho, eran signos. S. Pedro lo da a entender en su discurso de hoy: "Su fe le ha restituido completamente la salud, a vista de todos vosotros". Eran, lo repetimos, para que la fe cristiana se abriese una brecha muy profunda en aquel mundo anquilosado o paganizado. Ahora que la fe se ha estabilizado, los milagros no florecen como antaño. No obstante, para un enfermo que desearía sobre todo curar, existe el gran milagro de la fe. Que sepa que Dios no le abandona. Dios escucha siempre su oración. No lo dude lo más mínimo. Y Dios quiere también que ahora se cumpla aquello que recordaba hace miles de años la Escritura: "honra al médico con tu enferme– dad". Buscar los remedios en la ciencia, en los adelantos modernos, es una manera de actualizar nuestra fe en Dios. -143-

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