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EL PODER DE JESUS "En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, la gente asombrada acudió corriendo al Pórtico de Sa/amón donde ellos estaban. Pedro al ver a la gente, les dirigió la palabra: -Israelitas, ¿qué os llama la atención?, ¿de qué os admiráis?, ¿por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a éste con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pi/ato, cuando había decidido soltarlo". ( Hech 3, 11-13). Del célebre P. Pío de Pieltrelcina, célebre por sus llagas y sus milagros, sometidas ambas cosas al juicio de la Iglesia, se cuenta algo que sí es aleccionador. Cuando las gentes enfermas acudían a él para decirle: -Usted, Padre, si quiere puede curarme, se indignaba. Y re– plicaba: -Entonces yo sería el mayor canalla del mundo. Porque po– dría curar a todos, y hay muchos enfermos en el mundo. No soy yo el que cura, es Jesucristo y tu fe. El conoce tu fe y él sabrá por qué a unos cura y a otros no. Exactamente. El P. Pío hizo lo que pudo. Y como me decía un monseñor romano en cierta ocasión: -Para mí el mayor milagro del P. Pío es haber levantado un gran hospital en uno de los ma– yores desiertos italianos. Los milagros los hace Jesucristo, los demás, por muy santos que sean no son nada más que instrumentos. Y Dios sabrá por qué a unos cura y a otros no. Es completamente evidente que en el primitivo cristianismo proliferan los milagros de una manera sobreabundante. El mis- -140-

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