BCCCAP00000000000000000000808

HISTORIAS DE AYER Y DE HOY Siguiendo la idea anterior... Siempre los pobres, sean como sean, y sean lo que sean, me• recen nuestra compasión. Si un hombre cualquiera, aunque sea un pícaro, tiene un miem• bro deficiente, o carece de la vista, o del vigor que dan los años, merece nuestra compasión. Le podremos dar o no dar. Tendremos la duda si lo necesita o no. Podemos pensar mal -quizá acertando- que ha hecho del pedir una profesión, un hábito. Pero lo que no podemos dudar, es que si carece de algo que nosotros tenemos: dos pies, dos manos, dos ojos, músculos robustos, merece que le miremos con miseri– cordia, como Pedro y Juan al entrar en el templo. Que existe la picaresca mendicante es indudable. Alguna de las páginas inmortales de nuestra literatura lo transcriben. Y otras se están rodando actualmente entre el carrete de asfalto de nues• tras calles, algunas de esas escenas con fondo de iglesia. Entre muchas quiero contar una. Una señora, que oía misa en una iglesia de Madrid, solía dar en el cáncel antes de marchar para su casa, una pequeña limosna a los pobres que le tendían su mano. La conocían de siempre, y nada más asomar: el racimo de manos: les daba su peseta rubia sin mirarles a la cara y se iba: en paz con ellos y con su conciencia. Un día, al retornar, se dio cuenta que había dado, involunta• riamente, una moneda de oro, recuerdo de familia y que llevaba en el monedero, para que luego en una joyería se la grabasen. Volvió rápida y nerviosa a la iglesia. Por primera vei miró fi. jamente a los pobres a los que distraidamente daba limosna todas .....:.134_

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz