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EL JUICIO DE DIOS "Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para la vida perpetua, otros para la ignominia perpetua" ( Dan 12, 2). La creencia en el juicio de Dios es universal. Todos los pue– blos lo han tenido presente. Muchos, de civilizaciones primitivas, no han sabido expresarlo. Pero las civilizaciones adelantadas ya nos hablan de ello. Los griegos hablaban de la moneda para so– bornar o comprar la eternidad a Carente, el barquero que a través del río Leteo llevaba las almas a 1.a otra vida. Los egipcios tenían un dios que pesaba las almas. Todo esto es consecuencia de esta revelación natural de la que hablan los teólogos. O fruto del dis– currir inteligente de los humanos. Porque los humanos se dan cuenta que tiene que haber una justicia con mayúscula, donde no se puedan burlar las leyes. Eso lo entiende el creyente, el que lo es menos y el que no lo es nada. El obrero que trabaja en una empresa donde la hora se con– cierta por los empresarios a trescientas pesetas. Donde se pagan ochenta y seis a los fijos que pueden ser dos docenas y a veinticin– co pesetas a los eventuales; Uno de esos peones trabaja sin suel– do, porque le pagan en otra empresa del mismo señor, en un mag– nífico chalet para el señor. Un chalet junto a la playa y rodeado de césped por todas partes. Un chalet donde sobran habitaciones y salones. Un chalet donde los grifos para el agua corriente -¿Por qué no habrá un agua especial para los ricos?- son de oro. Ese hombre suda y comprende que con su sudor, y el de cientos de obreros se construye ese chalet. ¿Y cuántos se construirán así? Y ese obrero dice: -Si hay Dios tiene que haber una justicia para este hombre, contra este hombre, que burla todas las leyes en la tierra. Sí, ciertamente hay una justicia. Dios, además de ser Padre, y por eso mismo, es también juez. La revelación de la justicia de pios, va apareciendo -como casi todas las revelaciones- en la Biblia. Este texto de Daniel es bien expresivo. Pero en otros mu-