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TIEMPOS DIFICILES "En aquelfos días, yo, Daniel estaba llorando y oí esta palabra del Señor: En el tiempo aquel se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: Serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Enton– ces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro" (Dan 12, 1). De sobra sabemos todos que Daniel era un desterrado. Uno de aquellos judíos que se sentaban ante los canales de Babilonia a contemplar cómo se partía el reflejo de su cara en el espejo del río, y a mezclar sus lágrimas con el agua que marchaba hacia la amargura del mar. Jerusalén era una nostalgia, un anhelo, un sue– ño, una esperanza ... Su música les resonaba en lo hondo del co– razón, pero no podían cantar los salmos en tierra extraña. Entre ellos había profetas. Daniel era uno de ellos. Y el Señor, tomando pie .. de todo el dolor y de todo su anhelo, le inspiró una de las profecías más bellas y más claras sobre la resurrección de la carne. Dejemos eso para otro comentario. Ahora vemos, que también nos han tocado vivir días difíciles. No podemos decir que nuestros tiempos son fáciles. Las tensiones, las confusiones, las luchas generacionales, las guerras, las amena– zas... Y sobre todo, a escala familiar, el tremendo dolor de ver morir a uno de los nuestros. Nosotros también lloramos como el profeta Daniel. Llorar es bueno. llorar consuela el alma. No podemos tener tanta amargu– ra represada dentro del corazón. Nos lo haría añicos. No. Es bue– no llorar. Y no es cosa de mujeres. También los hombres lloran, como Daniel que no tembló ante los leones, ni Cristo que no tem– bló ante la cruz. '-'-114-

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