BCCCAP00000000000000000000808

LA M I S E R I C O R D I A DEL SEÑOR "Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: Que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión; antes bien se renuevan cada mañana. ¡Qué gran– de es su fidelidad!" ( Lamentaciones 3, 21-23). ¿Cómo podemos esperar cuando todo es dolor, fracaso, an– gUstia, desesperanza? Ciertamente sería imposible a no ser por la fe en Dios. Es entonces cuando nuestra fe se tiene que apoyar en Dios. Y en dos columnas especialmente: la misericordia, la compa– sión y la fidelidad de Dios. Bien sabemos que en Dios todos los atributos son iguales, pe– ro éstos de la misericordia, de la compasión, de la fidelidad, que son tres maneras de nombrar al amor, resplandecen mucho más en él. Ese amor, del cual no puede dudar el creyente ha de ser su gran tesoro para estas ocasiones límites en las cuales no tiene don– de asirse si no es Dios. Cuántos nos dicen, en ocasiones de dolor supremo en el hogar: si no fuera por mi fe en Dios, me desespera– ría, me mataría. Pasan los años, las heridas se cicatrizan y nos da– mos cuenta lo bien que hemos hecho con esperar en Dios. Y el bien que nos ha hecho el dolor sufrido por Dios. Job decía: "Aun– que me mates esperaré en ti". Si somos hombres de esperanza vendremos a decir lo mismo, porque la auténtica esperanza es es– perar contra toda esperanza. Cuando .todas las puertas se nos cie– rran, aún queda esa rendija que nos filtra la luz de Dios. "En todos los naufragios de la vida echa el cielo el tablón de una esperanza". Decía Góethe: "Si la mañana no nos desvela para nuevas ale– grías y si por la noche no nos queda ninguna esperanza, ¿es que vale la pena de vestirse y desnudarse?". Sí vale la pena hacer todo eso, porque cumplimos un deber. Es bueno en medio de la deses– peración comportarse como si se tuviera una gran esperanza. Te- -108-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz