BCCCAP00000000000000000000808
un profundo arrepentimiento. Pero la serpiente de la desespera 0 ción se enrosca en nuestra alma y quizá salta a nuestros, labios aquella frase que el impío Arkel escribió: "Si yo fuese Dios ten– dría compasión de los hombres". Sí, yo haría las cosas de distinta manera. ¿Cómo Dios puede ser mi Padre? ¿Cómo ser padre siquiera y llevarse a este ni– ño en su infancia feliz para él y nosotros? Dios no puede hacer eso. Se ha dicho una gran verdad: Dios no puede hacer eso. Pero Dios permite que el mundo ruede a su ritmo y las cosas sucedan al com– pás humano. De la mayoría de esas cosas tenemos la culpa: nos– otros. Dejemos ya la raíz amarga que plantó Adán en el mundo y de la cual descendemos todos. Muchas de las enfermedades mor– tales son mortales por nuestra desatención. Muchos de los acciden– tes tienen por causa la imprudencia de los hombres. Muchos de nuestros errores, fracasos, tienen por culpables a nosotros mismos que nos metemos a hacer las cosas a nuestra manera. En la vida tienen que suceder esas cosas. En la vida tiene que suceder la muerte, como la sombra pone en contraste la luz del sol. Pero no podemos hacer de "la oscuridad nuestra guía y de la des– esperación nuestro eje". Un filósofo con fama de pesimista tiene unos pensamientos sorprendentes en él. ¡Quién lo iba a pensar! Se trata de Schopenhauer que escribió: "Podemos considerar los accidentes pequeños que vienen a vejarnos a cada momento, como destinados a mantener nuestro ánimo, a fin de que la fuerza necesaria para soportar las grandes desdichas no se relaje en los días felices. En cuanto a los disgus– tos cotidianos, a los rozamientos en las relaciones con los hom– bres, a los choques insignificantes, a las inconveniencias y a otras cosas semejantes, hay que abroquelarse contra ellos, es decir, no sentirlos; no nos dejemos impresionar por todo esto, rechacémoslo con el pie como a los guijarros que ruedan en la calle y jamás lo convirtamos en objeto íntimo de reflexión y meditación". Esto vale, también, cuando la muerte visita nuestro hogar. He– mos de sobreponernos a todo y no hacer aquello objeto íntimo de reflexión y meditación, sino de esperanza, como nos dice el autor sagrado en el párrafo siguiente. ¿Cómo? -107-
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz