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ESP.ERAR CONTRA TODA ESPERANZA "Me han · arrancado la paz y ni me acuerdo de la dicha; me digo: se me acabaron las tuerzas y mi esperanza en el Señor. Fíjate en mi aflicción y en mi amargura, en la hiel que me en– venena; no hago más que pensar en ello y estoy abatido". (Lament 3, 17-20). El hombre se moría. No había luz en la habitación ni en su vi– da. Negro todo horizonte. Negra su alma, sin esperanza, y ¿llena de pecados? Morir no es agradable para nadie. Poetas y filósofos, que en verso y en prosa la cantan como a su mejor amiga, cuando llega de verdad, no la quieren ... Leopardi, el más grande poeta italiano de la edad moderna, deseaba la muerte en exquisitas rimas desde que era muchacho, pero fue el primero en huir cuando el cólera apareció en Nápo!es. Montaigne, cuyas serenas meditaciones sobre la muerte bas– tan para inmortalizarle, escapó veloz cuando la peste surgió en Burdeos. Schopenhauer, extravagante filósofo alemán, que cantó la muerte y la negación, interrumpía siempre toda conversación so– bre la muerte concreta ... Como contraste tenemos una hermosa letrilla de la primera mujer doctora de la Iglesia, Santa Teresa de Jesús, que dice: "Ven, muerte, tan escondida que no te sienta venir, porque el placer de morir no me devuelva la vida". De ella es también esta frase: "Resignarse a morir, sí; pero a ser vencidos, no". San Juan de la Cruz, su compañero de reformas e ideales, cuando le llegó la muerte a media noche oyó tocar unas campanas. -104-

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