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ganarse en Roma, se extendía a todo el mundo. Ahora al revés, para que esta promoción espiritual de los fieles sirva de mejor pre– paración para el Año Santo romano. Pero esencialmente las líneas a seguir son las mismas: la re novación interior del hombre y la reconciliación con Dios y con los hermanos. Lo ha dicho bien claramente el Papa Pablo VI. Le citamos textualmente: RENOVACION: "Es necesario rehacer al hombre desde den– tro. Esto es lo que el Evangelio llama conversión, penitencia, "me– tanoia". Es el proceso de renacimiento personal, simple como un acto de conciencia lúcida y valiente, y complejo como un largo noviciado pedagógico reformador. Es un momento de gracia que ordinariamente no se obtiene más que con la cabeza inclinada. Creemos no equivocarnos al descubrir en el hombre de hoy una profunda insatisfacción, una saciedad unida a una insuficiencia, una infelicidad exasperada a causa de las falsas recetas de felici– dad, de las cuales está intoxicado; un estupor ante el no saber dis– frutar de los mil goces que la civilización le ofrece en abundancia". RECONCILIACION: "El término "reconciliación" trae a la me– moria el concepto opuesto de ruptura. Y ¿qué ruptura debemos re– parar para llegar a esa reconciliación que es condición para la deseada renovación jubilar? ¿De qué ruptura se trata? Pero ¿no basta proponer esta palabra programática de reconciliación para darse cuenta de que nuestra vida está perturbada por demasiados desórdenes para poder gozar de los dones de la vida personal y colectiva en conformidad con su finalidad ideal? (Homilía de Pa– blo VI 9-V-1973). Muchos interrogarntes que tienen una única respuesta: JESU– CRISTO ES EL SALVADOR. El Año de gracia comenzó cuando él se apropió la profecía de lsaías en su mismo pueblo: Nazaret. Y culminó en la Cruz. ·Desde entonces nosotros podemos gritar jubi· losamente: ¡Estamos salvados- -99-

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