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eAll'l'A LXVI, 26 SliPTJEMBilli r9u 97 también para que me tiente e induzca a cometer toda clase de pe– cados; y como yo no tengo virtud ni dominio sobre mí, que voy a pecar y ofender a mi Dios todo cuanto el demonio quiere. Y, en tercer lugar, temo a Dios, a nuestra Madre Purísima y a V. R., a todos, por las muchas faltas que cometo y lo infiel y criminal que soy. Pienso que todos tres están muy disgustados conmigo, que aunque nada me reprenden, .tienen mucho que reprenderme... Deseo que me reprendan y castiguen para que no les quede o ten– gan represado en su corazón ninguna: cosa contra mí, y temo. Tam– bién temo mucho ofender a mi Dios escribiendo, porque pienso que todo lo que escribo es mentira, porque yo no hago nada bueno, antes al contrario ofender constantemente al Señor, que únicamen– te ama y hace la felicidad de mi alma. Hay días y horas que, desapareciendo por completo los temo– res, me domina el amor y goza mi alma delicias divinas. Pero cuan– do vuelven los temores casi, casi, me arrepiento de ello; y digo que casi, casi, porque arrepentirme del todo no puedo, por cuanto es mayor y más constante el amor que el temor, no obstante ser éste tan extremado, como le indico. Paréceme que en el estado en que me encuentro no podría, en manera alguna, temer, si tuviera mejor salud y pudiera hacer algo rmás de lo que hago por mi Esposo, mi Padre, mi Dios, mi único amor, que no es otro que Dios Uno y Trino, Padre, Hijo y Espí– ritu Santo, la Santísima Trinidad. Pues mis temores se fundan en el conocimiento y convencimiento de la verdad de que no vivo más que .para mí, para cuidar mi cuerpo, pues otra cosa no hago, y ver a mis religiosas que hacen tantas cosas, que trabajan, v<::.lan de no– che, y se sacrifican y hacen penitencia.s, y que yo no hago nada de esto. Temo que mi amor a Dios no sea verdadero, el amor que veo ó me parece ver en Dios hacia mi alma una pura ficción, y mi vida parecida-si no igual-a la de aquellos que al fin de la vida se la– mentan-según la Escritura-de haber errado el• camino, y pade– cido un solemne engaño; y de los que dice nuestro S. Padre que a costa de sacrificios negocian su eterna desventura y condena– ción. Porque digo yo: si fuera verdad que mi Dios y Señor me quiere, me daría la salud y fuerzas necesarias-o virtud, si .es que consiste en mi dejadez y pereza-para velar de noche y estar con ll'ltillW>RJO M!STICO 11 7
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