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9z CORRllSPONDENCIA DE LA M, ANGELES CON EL P. MARIANO ción del pecado en la forma que me pedía, cuando fuese de su agra-. do, y obraría en mí lo que su bondad infinita tenía determinado. ·10.-0tro día estando con la Comunidad en el refectorio {por la noche) oí a la lectora hacer mención de los desposorios del Ver– bo con la naturaleza humana en el misterio de la Encarnación, o no sé qué. Nada más oír pronunciar '.'la Encarnación", me trastor– né y perdí toda. ¿Cómo decir lo que vi? Imposible. El refectorio se convirtió en un verdadero cielo. Introducida mi alma en un mundo sobrenatural, en una región de luz clarísima y sublime, en aquel paraíso divino que se presentó o abrió ante mí, vi al Verbo Divino en forma bellísima .con una gloria y majestad infinita. La Persona Divina que unía en sí a las dos naturalezas divina y humana, aca– riciaba, besaba y abrazaba a la Humanidad y se solazaba con ella, cual no se puede explicar: Parecía un. padre cariñoso, tierno y enamorado de .su hijo pequefíuelo, cuandü" se regala y. entretiene con éste, respecto de la Humanidad, la cual unida e identificada y absorta toda y refundida en la Persona del Verbo, aparecía anega- · da en un mar inmenso, infinito de gloria y felicidad, recibiendo las caricias que incesantemente le prodigaba la Persona Divina que le informaba y a que estaba unida, y correspondiendo a ellas en una forma que no es posible expresar; pues, aunque representaba la edad de treinta o treinta y tres años, parecía enteramente un niño respecto de la Divinidad o un Príncipe acariciado y regalado y tier– nísiinamente amado dé su Padre Rey, siendo este Padre Rey no el Padre Eterno, sino la misma Persona del Verbo a que estaba uni– da. Viendo al Verbo Divino con tanta gloria y majestad, tan ena... morado de su Humanidad Santísima, y a ésta elevada al ser de Dios, anegada en aquel mar de· gloria y de riquezas divinas, yo me deshacía de contenta, de amor, de gratitud a la Divinidad por. su unión con la Humanidad y de ansias y deseos de glorificar al Ver– bo Divino Humanado en cuyo amor ardía mi corazón. Jesucristo, pon una leve insinuación, me indicó que quería desposarse con-:– migo, pero yo tan embebida estaba en glorificar a Jesús, y tai~ ,e;namorada de El que, cifrando toda mi gloria y felicidad en la suya, desprecié la que me prometía su Majestad en su unión con– migo, pues empleadas todas mis facultades, ansias y aspiraciones
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