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CARTA LXV, ZI SEPTIEMBRE 191:t .tación o no sé qué de. que iba. a perde.r fa confianza que tenía con V; .R.; .cuya aprensión, cambiando por completo el estado de mi alm.a, me metía en un abismo de temores y tristezas; pero me duró poco, pues como había quedado en bajar. al confesonario a las tres, 11ada más confesar se me quitó todo y volví a mi primitivo estado de paz y tranquilidad. Continué así hasté¡. la noche que al despe– dirme de V.. R., mejor dicho, en el momento que me despedí y salí del locutorio, me abismé en un profundo abismo de tristezas y te– mores, si bien por mi culpa, pues tenía libre el recurso a Dios y facilidad .para ir a El; pero viendo que V. R. me despedía como quien deseaba que me retirase pronto de la grada o no sé qué, em'" pecé a cavilar y pensar que estaba fastidiado de mí, a recordar to– das las tentaciones, aprensiones e ideas aflictivas que había tenido durante los Santos Ejercicios y mil cosas. ·Y pareciéndome que era mejor pensar en estas cosas, que mucho me hacían sufrir, que en Dios Nuestro Señor, me metí donde no debía ni quería Dios· que estuviese. Pasé así casi todo el día siguiente, ocupada en pensar todo aquello que podía hacerme sufrir, y en escribir lo que pen– saba, no obstante la prohibición de V. R., hasta que Dios Nuestro Señor me quitó todas aquellas ideas, y sacándome de aquel abis– mo de penas y tristezas, me elevó a la contemplación de su beatitud divina, de su gloria y felicidad y se cambió por completo mi ma– nera de ser y pensar. Comencé a vivir una vida celestial y de gloria con Dios Uno y 'l'rino, una vida de alegría y contento y de continua fiesta, pero en Dios y con Dios; Parecíame que a todas horas estaba oyendo cantar a V. R. el prefacio de la Santísima Trinidad, que todos los días eran uno mismo, o sea, el día y fiesta de la Santísima Trini– dad, cuyo día me parecía no se había pasado, ni cuya fiesta termi– nado, pues en el día del Corpus y fiesta del Corazón de .Jesús me parecía que estaba rezando el Oficio de la Santísima Trinidad. De– seaba en la octava del Corpus conformarme con el espíritu de la J glesia en obsequiar y rendir mis homenajes de respeto y amor a Jesucristo en la Eucaristía, pero no podía salir de Dios, ni mi Dios me dejaba salir tampoco, pero sí me concedía la gracia de tributar culto al Verbo Humanado oculto en el Sacramento en y desde su seno divino, y no tan sólo en el templo, sino en todas las iglesias

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