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88 CORRESPONDENCIA .DE LA M, ANGELES CON EL P. MARIANO daron en hábito, por lo cual cogí la costumbre de repetir muchas veces cada día a modo de oración o contemplación las palabras del 'prefacio de la Santísima Trinidad, y ha sido desde entonces ¡mi .ejercicio y devoción favorita, y ha constituído toda mi felicidad, pues ni he podido ni puedo contemplar otro objeto que el que tuve la dicha de ver en el día y tiempo indicado, o sea, la Santísima Tri– nidad, Dios Uno y Trino, infinito en atributos y perfecciones, mi Padre, mi Esposo, mi Dios, mi único Amor, lleno de gloria y ma– jestad, como se me presentó al tiempo que V. R. cantaba el prefa– cio. Y de tal suerte ha constituído y constituye mis delicias la in– dicada devoción de recitar este prefacio, que no puedo empezar a recitarlo siquiera, sin experimentar en mi alma un cambio radical el día que más atribulada estoy. Sólo que yo no lo hago, porque yo cuando se aproxima la tribulación (si es que se aproxima sin que la busque), en vez de procurar evadirme de ella, la abrazo y trato de identificarme con ella... 6.,-Durante la plática del día indicado, a la que asistí inunda– da de gozo, experimentando delicias mil, además de la presencia que gozaba de Dios en mi alma, y fuera de mí en una altura subli– me en la misma forma qué en Misa, en gracia a las ideas e inteli– gencias que me habían quedado en hábito (digo yo que sería efecto de esto), tuve la inmensa dicha de ver a mi Señor Jesucristo colo'– cado a cierta distancia de mí en el locutorio donde yo estaba. Ya el día antes le había visto en la misma forma en el mismo locuto– rio, con la diferencia de que en éste estaba de la parte de fuera, y en el que digo, en la parte interior. Ambos días, mediante una leve insinuación, me. comunicó el misterioso sentido de. las palabras: Sic Deus dilexit rnundurn, ut FiUurn suum, Unigeniturn daret, y en ellas, el misterio de la Santísima Trinidad, de su generación eter– na, e infü1ito amor de D1os al hombre. Mi alma deseaba lanzarse a El, más yo no quise, porque entendí que .en el tiempo oportuno vendría Jesús a mí, y me pareció que era mejor aguardar a· que El viniera, que no ir yo a El para arrebatarle a la. fuerza. Entreteni– da en estas cosas apenas pude atender a la plática, y mucho meno~ afligirme por la despedida de V. R., aunque veía a las religiosas llorar. 7.-En vísperas tuve un gran apuro, que consistió. en una ten-

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