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CARTA LXV, 21 SEPTIEMBRE 1911 85 contenta, y con grandes ansias de que llegasen las ocho y media o las nueve para ir al locutorio a saludar a V. R. y pedirle por fa– vor que me permitiese confesar tres veces aquel día en reverencia a la Santísima Trinidad en cuyo amor ardía, y tenía grande8 de– seos de confesarme. Mas llegada la hora, no me atreví a exponerle mis deseos... 4.---Llegó la hora de la plática, y al comenzar ésta y oírle pro- . nunciar: Caritas Dei diffusa est in cordibus nostris ver Spiritum Sanctum qui datus est nobis (1), empecé a sufrii; un trastorno mo– ral o no sé qué, y me perdí toda. No pude atender a lo que decía, hasta pasado un largo rato que le oí decir no sé qué de la Santísi– ma Trinidad, y poco después: Sic Deus dilexit rnundum, ut Filiuni snum Unigenitum daret (2), lo que acabó de trastornarme. En el momento mismo que le oí pronunciar a la Santísima 'I'rinidad, Dios Nuestro Señor Uno y Trino, haciéndose presente a mi alma, me indicó quería darse todo a mí. En' un instante recordé las in– numerables veces que este Dios de amor, Uno en esencia y Trino ert Personas se había entregado a mi alma y los favores sin cuento que de su infinita bondad había recibido. Con profundos gemidos del corazón expuse a su Majestad mi arrepentimiento y dolor de haberle arrojado de mi alma y obligado a alejarse de mí con mis pecados y falta de correspondencia, mi propósito de la enmienda y ansias de recibirle y poseerle nuevamente en mi corazón. Y reco– nociéndome indigna de que el Señor atendiera mi súplica, empezó mi alma a buscar alguien que intercediese por mí al Señor, y tan pronto como empecé a buscar, encontré esta poderosa medianera que buscaba en la Santísima Virgen, que se hizo presente a mi alma en el mismo lugar en que se dejaba ver el Señor, que era una altu– a:a sublime situada en el locutorio donde yo estaba. Expuse a la Santísima Virgen el incomparable dolor y angustias de mi alma por haber ofendido y arrojado tantas veces de mi corazón a aquel Dios de amor y de inmensa Majestad que demostraba quererme tanto, y mis ansias de recibirle nuevamente. Entendí que la Santísima Virgen, con inefable dignación, aco- (1) Roni., V, 5. (2) Joan., III, 16.
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