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C:Alt1.'A LXV, 2i SEPTIEMBRÍl I~t:t pe:ra de la Santísima Trinidad. Y por esto, y porque continuaban :indicándome lo mismo, no quise escribir nada de lo ocurrido en mi santo retiro; pero como esta indicación era para mi alma más triste y penosa que lo es para un soldado el mandato de salir a campaña a pelear con el ejército enemigo, es por esto, que procuré desecharlo de mí cuantas veces se me repitió, diciendo: "Tal vez no sea así." Mas ya veo que no se ha contentado el Señor ni se ha con– formado tampoco V. R. con indicarle verbalmente lo que me obli– ga a decir por escrito, como yo pensaba. ¡ Qué penitencia tan gran– de me impone, y con qué rigor castigan mis enormes culpas! Ver– dad es que sobre ser una esclava vil, que debo cargar con los tra– 'bajos más penosos y sin esperanza de galardón en la casa de mi Dios y Señor, he tenido la desgracia de ofender tanto, tantísimo, como V. R. sabe, a este mismo Señor, que debía servir con más es– mero y fidelidad que nadie, y que por esto se me debe tratar con centuplicado rigor. Pero... ¡obligarme a escribir! ¡Ah!, esto es de– masiado ... ; es una penitencia muy pesada ... ; es el sacrificio máS' grande que me puede exigir... Mas no quiero quejarme, pues, aunque aborrezco más (me pa– rece) que las penas del infierno el tener que ocuparrrie de escri– bir (1), en estos momentos, me alienta e impele a poner en ejecu– ción su mandato un no sé qué que siento en el fondo del alma en medio de los sentimientos de tristeza que me dominan ... 2.-Hace no recuerdo si siete, ocho o nueve años, una mañana, víspera de la Santísima Trinidad, estando en el coro rezando Nona, con mucho sentimiento, porque se terminaba la octava del Espíri– tu Santo y con ella las comunicaciones divinas de esta tercera Per– sona de la Santísima Trinidad que, como de costumbre, mucho me había favorecido y consolado durante aquella octava en el Oficio Divino, me sentí inclinada a pedir a mi Dios por los jóvenes que se ordenaban de Sacerdotes aquella mañana, para que fuesen dignos Ministros de la Iglesia (2). Al hacer está súplica al Señor, me pa– reció que la Santísima Trinidad, haciéndose presente a mi alma en forma de tres bellísimas Personas, cada Persona Sumo Pontífice (1) Véase Una flor siempreviva, pp. 82-88. (2) Nada de esto se lee en la Ailtobiografía.
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