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b2 CóRRÉSJ>ONOf:NélA 1)1! LA M. ANGELES éON EL P. MAftlANO Dios Nuestro Señor párece que ha andado no sé de qué manera conmigo. Aun en épocas de aridez y de relajación de vida y costum– bres, de cuando en cuando, pero a más tardar de mes a mes, cuan– do menos lo pensaba, se imponía a mi alma y me investía y aleja– ba a una distancia inmensa del lugar donde me sorprendía, y unas vece¡:¡ en medio de las luchas que sostenía con El, con la gracia, y conmigo misma, y otras después de terminar la lucha y hacer las paces; y otras veces unos días después, hacía voto de ser y hacer todo lo que Dios Nuestro Señor me pedía, la gracia me exigía y yo me sentía inclinada a hacer en aquellas luchas y elevaciones, pare– cié.ndome que estaba en mi poder obrar siempre divinamente o al menos heroicamente, como me sentía inclinada a obrar. En aquellos momentos podía, y algunas veces los días, semanas y aun meses inmediatos a aquellos ascensos o elevaciones también, podía practicar lo que había prometido o deseado o comenzado a practicar, en gracia a los efectos que aquellas visitas o asaltos (no sé qué) dejaban en mi alma; empero no después, porque por mí misma no podía yo obrar aquello, porque era la gracia la que obra– ba en mí; mas esto no comprendía yo entonces, y como pensaba que consistía en mí el no vivir y obrar tan santa y divinamente como vivía y obraba cuando me sentía investida de aquella virtud divi– na (si antes no lo había hecho) hacía voto de hacer todo aquello que había hecho asistida de la gracia de Dios, pensando que, obligándo– me con voto, podría ejecutar lo que naturalmente no podía, pues ha– biendo entendido que aquello era lo más perfecto, parecíame un pecado no hacer. De aquí que toda mi vida religiosa ha sido una continua lucha entre Dios y mi alma, una cadena de favores o visi– tas, lo que sea, de exigencias de la gracia, de sufrimientos terribles por mi falta de correspondencia endulzados con consuelos mayo– res (me parece) que los sufrimientos, y de votos y promesas; y es por esto que son innumerables los votos que he hecho, pero no los puedo individualizar ni recordar, sólo sí puedo afirmar que todos los votos y promesas que he hecho los hice movida oe un espíritu que me ha guiado siempre y arrastra tras sí mi alma y pretende ele– var a la misma al summum de la santidad, y que dichos votos y pro– mesas han sido todos de obrar siempre y en todo lo más perfecto y agradable a Dios, y hacer muchos actos her9icos, o sea, que perte-

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