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44 C(?RRESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P. MARIANO confundido, aniquilado y aterrado de tal manera que me parecía me costaría menos presentarme ante una persona extraña y la más contraria a mí que delante de V. R. Este retraimiento, o no sé qué, me hacía huir y alejarme todo lo posible de V. R. Pero me ocurría lo que me ocurre cuando aprendo que Dios Nuestro Señor está enojado contra mí, o sea, que huyendo de un Dios juez y aleján– dome de El a distancias infinitas, me encuentro con un Dios Padre todo bondad y misericordia para mí, y me arrojo en El con una confianza sin límites, cual si fuera otro Dios distinto de aquél de quien huyo. Es por esto que a pesar de haber huído y alejádome de V. R. lo sumo posible muchísimas veces durante estos días, me encuentro tan cerca corno el día que me despedí, aunque confieso que es d~bi– do a que Dios Nuestro Señor no ha permitido que el diablo me tentase como de costumbre acerca de la dirección, ni a mí apartarme de V. R.; y más de una vez, al verme empeñada en recordar estas ideas tétricas, que tanto me acobardan y alejan de V. R., me las ha borrado por completo de la memoria y no he podido recordarlas ni remotamente siquiera. Pero pienso que es verdad que V. R. me desprecia, que no· me quiere, que está cansado de mí y sufriendo mucho por mi causa, etc., etc., y por esto me empeño en pensar y recordar estas cosas para vivir en la realidad. · De lo dicho puede inferir los efectos que produciría en mi alma la lectura de su carta. Pero ¿es verdad, Padre, que V. R. me quiere? Si a mí me parece todo lo contrario, y con tal firmeza lo creo, que pienso no hay en el mundo otra alma que tanto desprecie V. R. como a mí. Y no sola– mente me parece, sino que lo veo así; y que basta que una cosa me pertenezca a mí para que la desprecie. Pero, vamos, aunque me aflige en cierto modo esta persuasión, porque me retrae de V. R. y parece así como que pone un muro de división entre su alma y la mía, no me intranquiliza ni me quita la paz como antes. Ya sabía yo que no podía tener confianza con nadie fuera de mi Dios, que no sirvo para tratar con nadie más que con Dios-digo-y me arro-' jo en mi Dios sola, solísima, pobre, pobrísima, desnuda de todo lo que no es el mismo Dios, y me quedo en El, donde encuentro a

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