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346 CORRESPONDENCIA DE LA M, ANGELES CON EL P. MARTANO mi corazón a los sentimientos contrarios a los que abrigaba desde la mañana del 10, así lo hice pensando que me convenía, y no sólo me convenía sino que debí¡1, pues la dirección para mí ya no era Jo que me creía sino un lazo de perdición, no por parte de V. R., sino por mi soberbia y manera de ser. El día 16 comencé a leer la carta epistolar, en lo que empleé tres o cuatro días, no recuerdo. La leí con mayor calma que nun- . ca, maravillándome mucho de que V. R. haya cambiado en suma– nera de pensar y proceder en orden a mi alma y detestando mi so– berbia que miraba (y miro) como causa única de este cambio. No perdí la paz, aunque hice cuanto pude por apurarme, ni perdí tampoco la confianza que tengo en mi Dios, pues como vivo actua– da en la fe en Dios y en el sentimiento íntimo de mi vileza y del no ser de todo lo creado, en la esperanza firme en Dios y desconfian– za absoluta de mi virtud, saber, poder, etc., y en el amor a Dios y desprecio propio y de todo lo criado, cuando más miserias veo en mí y menos motivos de confianza, siento una fe y confianza en mi Dios mucho mayor que tuviera si me viese llena de virtudes y has– ta me alegro, en cierto modo, de verme tan miserable (1). Es por esto que no puedo sufrir por nada, excepto la idea de que ofendo a mi Dios o que le ofenderé, que esto sí me hace sufrir, y mucho, agonías más que de muerte. El día 17 por la tarde me sentí muy tentada a abandonar la di– rección, caso de que V. R. no me levante el precepto de escribir, cuya tent.ación (o lo que fuese) me produjo una fatiga muy grande, tal que no la podía sufrir. En este estado violento quise consultar con Dio.s y tomar una determinación definitiva, caso de entender que no es voluntad suya que yo viva sometida a la dirección, como me indicaba quien me ponía en este estado de violencia. Apenas resolví consultar con Dios, cuando se impuso mi espíritu, alma, o no sé qué, a quien me inducía a abandonar la dirección, pero con un poder tan soberano, como diciendo: "no dejo la dirección", que instantáneamente desapareció la tentación y me quedé no sola– mente libre de ella y de las ideas de pecado que me. dominaban, sino también identificada por completo con la dirección y cambiada (1) Véase el t. I, pp. XVI-XVII.

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