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:344 COR.RESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P, MARIANO sible quien me impelía a ir a este último lugar,. quería quitar tal devoción o inclinación. Me salió por suerte (por tre::¡ veces) que •I•. fuese al confesonario a practicar el ejercicio de oración o comuní– tªción con Dios que qúería practicar en el coro o en la celda y con:. timié haciéndolo así, aunque en realidad de verdad no era el· con– fesonario, sino mi propia alma donde hallaba y comunicaba con Dios en el confesonario. Con este motivo, y por estar el escritorio cerca del confesonario, pasaba la mayor parte del día en la sala o habitación donde está el confesonario, por ser un lugar de gratos recuerdos-:--muy antiguos– para mi alma y porque está retirado de los dormitorios; y algunos ratos me metía en el confesonario. El día 15 por la mañana, como estuviese mi alma metida en la idea de la bondad. y. misericordia divina-personificada de modo singular en el Verbo Humanado-y perdida en la dirección espiri– tual, o lo que es lo mismo en V. R., en la forma arriba indica.da , sentí cierta inclinación o deseo de leer la carta epistolar que Vues-' tra Reverencia me escribió el año 1910, cuyo contenido miraba entonces bajo un punto de .vista divino, muy divino, corno divina era la idea de la bondad y misericordia divina en que yacía meti– da mi alma. Mi. objeto en la lectura de esta carta era ver como ver– daderamente Dios, Jesús, V. R., o .la misericordia divina, que para mí era todo uno, había hecho conmigo los oficios de una verdaden. madre, librando a mi alma de tanta miseria y pecado como había en ella, según indica la citada carta. Y con este objeto propuse leer~ la, ajena de lo que me iba a suceder. A la una de la tarde, metida en el confesonario, después de un breve rato de oración o comuni– cación con ·Dios, púseme ·a leer, no la carta, sino las notas que V. R. tomó de mi confesión general para escribir dicha carta. Y al leer las palabras: "gravísimo pecado, más grave no puede ser, dis– gustar a Dios por no disgustar .a una criatura", me quedé como suspensa, con una, especie de pasmo y una agonía terrible; la que redoblo más tarde al leer estas otras: "eres tan perversa que todo, basta: lo más santo, lo conviertes en mal". Era que me había per– su.adido de que todo mi tra.to con V. R. ha s.ido y es una pura fic– ción, hipocresía, soberbia, y que si fueron muchos y grandes los pecados que cometí en el abuso de la dirección última, lo son mu-

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