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32 CORRESPONDENCI.A bll LA lvL ANGllL'ES CON EL P. MAlUANO aunque en cierto modo sí le poseo, porque el amor que siento por El me hace propios sus bienes y también al mismo Dios; pero es de un modo muy imperfecto, a excepción de algunos momentos en que se presenta el Señor a mi alma de un modo especial. El miér– coles por la tarde, el siguiente día de escribir mi última, estando con la Comunidad en refectorio, a las. siete, leyeron, mejor dicho hicieron mención de los desposorios que celebró el Verbo Divino con. la Humanidad de su Encarnación. Apenas entró por mis oídos el sonido de la palabra "Encarnación", sentí una especie de muerte, desfallecieron mis fuerzas y quedé como inmoble, sufriendo una agonía, congoja, o no sé qué, y una violencia en mi espíritu y en mi alma que me puso en mucho aprieto. Era que el Verbo Divino Humanado se había hecho presente a mi alma con una gloria y majestad y una beatitud inefables en el misterio de su Encarna– ción. Y al ver a mi Dios, a Jesucristo mi Señor tan feliz y dichoso gozando de una gloria tan divina, la Humanidad elevada al Ser de Dios y la Divinidad unida y abrazada estrechamente con la Huma– nidad, llenándola de gloria y resplandores divinos y dándole mil· ósculos en el misterio de la Encarnación, ¡ah!, mi alma pecadora, que debe tanto a Jesús, al Unigénito de Dios Padre, al ver a Su Ma– jestad en aquella forma de gozo y de alegría, se liquidó, o no sé lo que le pasó; el hecho es que no pudiendo resistir ni sufrir la fuerza .del amor que sentía por Jesús y la violencia en que este amor me ponía, ni pudiendo tampoco sufrir los deseos ni ansias que sentía no tanto de poseer a Jesús cuanto de glorificarle, ni la super– abundancia del gozo que redundaba a la misma de la gloria y bea– titud divina del Verbo Humanado, prorrumpí en ayes y alaridos sin saber lo que me hacía, pues no podía morir ni vivir. 4.-Estando así, antes de prorrumpir en ayes, entendí que Jesús quería desposarse con mi alma y que me decía que ya había hecho en mi alma todo lo que acostumbraba y es necesario para dispo– nerla a tan gran favor, que sólo faltaba la última mano, o sea una como renovación de todo lo que ya había obrado la acción divina en mi alma, o sea reproducir en mí todo lo que me había mostrado Su Majestad relacionado con su vida divina en el seno del Padre, su vida mortal, gloriosa y sacramental, y que esto lo haría en los .. próximos Ejercicios. Como lo veía tan claro, creí lo que se me indi-

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