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328 CORRESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P. MARIANO mi Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, parecióme gozar la gloria del paraíso. Tan contenta estaba. ¿Sabe por qué? Por el agrado y amor que halló mi alma en cada Persona divina y me recibió la voluntad divina o todo Dios en ella. ¡Si viera qué caricias tan di– vinas me prodigó y efectos produjo en mi espíritu! No se lo quiero decir, no sea-decía yo-que después se valga de lo que le comu- · nico para mandarme escribir y sea mi relato y no la voluntad divi– na en quien se inspire mi Padre para esta empresa. Pero de ver– dad le digo que el aplanamiento que V. R. notó dicho día o tarde en mi alma, era efecto de un como silencio o anonadamiento en que quedó mi alma y yacía en la presencia de Dios en su unión e identificación con la voluntad divina desde que comencé a cumplir la penitencia. Esto no quita el que yo haya alegado las razones que me pa– recía tener en contra del precepto impuesto para asegurarme me– jor de si era o no Dios quien me p1;eceptua:ba escribir la vida di– vina, y el que haya dado lugar a las dudas y sufrimientos indi– cados en mi anterior; lo: que hice por parecerme era un deber mirar las razones..que había en contra y no dejarme llevar o meter en camino que no fuese del agrado de Dios, a lo bobo por no alegar mis razones. Pero cierto, Padre mío, que po:r nada de este mundo hubiese querido diferir ni un solo día el comenzar a escribir lo preceptuado por disponerme para ello, pues bien claro vi la citada tarde que mi Dios querido puede disponerme en un momento me– jor que me dispusiera yo en toda la eternidad, como en su última me indica, y que me convenía comenzar a escribir sin contar más que con la omnipotencia y bondad de la voluntad divina, por cuyo amor y beneplácito eterno escribo. Desde el momento que me impuso el precepto de escribir la vida divina, no veo santidad ni medio de santificación para mi alma si no es el trabajo escriturario; tanto, que sólo acordarme: "Ten– go que escribir la vida divina", me eleva y como diviniza y produce el efecto que una dignidad o elevado cargo produce en la persona a quien se confía- si es santa, esto es, una como ansia de santificarme y cierta unión mayor con Dios. Con todo, no dejo de sentir alguna que otra vez dudas y temores de si será mi temeridad hija de' mi ignorancia e irreflexión y no Dios quien me ha metido en el tra-

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