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322 CORRESPONDENCIA Df: LA M. ANGELf:S CóN EL P. MARIANO con tanta jrecuencia como en el período anterior. Sin embargo, el alma continúa gozando de una intimidad con Dios "envidiable bajo todos los aspectos". Así como antes sentía una fuerte a 1 tracción ha-– cia la segunda Persona de la Trinidad, ahora se ve fuertemente atraída por el Espíritu Santo, qilien la llama y condilce a una ex– cepcional identificación y conformidad con la voluntad divina. En ·un principio el alma no descubre el medio para conseguirla; mas ruando menos lo piensa y sin que ella lo busqite, se revela; y con-• siste en una acto de perfeeta resignación y aba:ndono total al divi– no beneplácito, acaso en el aceptar una obediencia heroica que le impone el Director espirvt·ual (1), Cwnplido este acto de absolnta JI total resignación, el alma entra en wi período de revelaciones más íntimas, qne cnlminan con la revelac-ión de la Santísima Trinidad en el atribnto de la caridad-amor y fuego divino-y de su divina fecundidad, que. el alma así favorecida anhela reproducir por ma– ravillosa manera. El cumplimiento y la realización de tan divinos misterios los entrevé y contempla en la consideración del capítulo enarto del ''Cantar de los Cantares", que explica y aplica a sí misma. Aquí empieza ya a manifestarse la vida de Dios en el alma y "la eleva– ción de ésta es tal que a duras penas la en-tiende el Director espi– ritual, a pesar de su ciencia y del conocimiento que tiene de los caminos por donde Dios la lleva". El alma pide hurnUlaciones, que el Director concede, y Dios Nuestro Se·ñor bendice sus deseos, po– niéndola en contacto con el atributo de la divina justicia, que ella invoca con ardor. "El. alma aprende que le esperan duras pruebas y las acepta con (1) El precepto de obediencia heroicamerite aceptado, que dió motivo a la extraordinaria manifestación de Dios en el atributo divino de la Vo– luntad, versaba acerca de la obligación que le impuso el P. Mariano el mes de agosto de 1913 de escribir el libro que llevaría por título La Vida ,Divina de Jesús. En realidad, la M. Sorazu había comenzado a escribir esta obra en el verano de 1906, pero por las tristes vicisitudes que na– rramos en otro lugar (Cf. Una flor siempreviva, pp. 112-117), el P. Maria– no hubo de imponerle nuevamente el precepto de escribirla en la fecha citada; aun más, cuando en octubre de 1913, obligado por causas externas, interrumpió la dirección espiritual de la M. Sorazu, una de las últimas recomendaciones fué ésta: "De todas maneras creo que, cuando tu alma 0sté para ello, debes comenzar y continuar escribiendo la Vida Divina" (24 octubre 1913) .

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