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CARTA LIV, 20 )UNIÓ 19n crita y mentirosa y la mujer más perniciosa de cuantas ha· habido en la Iglesia en la serie de los siglos, como me tiene dicho. Si ahora me dice lo contrario, es porque no me encuentra en disposición de reprenderme y decirme la verdad; pero ya me lo dice, o le hace decir Dios Nuestro Señor, en las pláticas que dirige a todas lo que debía decirme a solas, porque todo lo que habla es por mí, todo; así que no le creo más que cuando habla en público, pues es cuando me dice la verdad. ¡Qué concepto tan pésimo debe tener de mí y qué cosas dirá y pensará contra mí allá en su corazón! No me puede ver. Me aborrece y hace mil ascos de mi alma al ver lo per– versa y pecadora que soy; por eso está tan serio y enfadado con– migo cuando voy al confesonario y a la grada, y por eso también se muestra como molestado y deseoso de que me despida y deje en paz, y ahora me ha dicho que si tarda en contestar a mis cartas, que no me llame la atención, pues tiene muchas ocupaciones, con lo que quiere decir que no le escriba con la frecuencia que acostumbro, porque le molestan mis cartas. Voy, pues, a moderarme en esto, y no escribirle sino de tarde en tarde, y no decirle nada más que pecados, a no ser que me obligue por ol;Jediencia, y aun en este caso hablaré lo preciso y declinando, a menos para que 110 piense de mí lo que 110 es, Sólo Dios, sólo Dios. Todo lo demás se acabó para mí.

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