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28 CORRESPONDENCIA DE LA M, ANGELES CON EL P. MARIANO de cuyo cariño hacia mi alma tengo tantas pruebas y de cuya rec– titud y bondad yo no puedo dudar, me ha indicado tantas veces sus temores y mis peligros de perderme y condenarme, de pecar y ofen– der a mi Dios con la dirección espiritual y mis escritos, y me ha in– dicado también que no es Dios, sino los directores los que me han metido en caminos extraordinarios, estoy obligada, en conciencia, a. creerla y a abandonar la dirección, a retirarme de todo, y vivir sola con Dios sin comunicar con nadie de este mundo, corno vivía de recién profesa. Y si esto no hago, mi condenación eterna es segu– ra, cierta, y ¡ay de mí! ¡cuánto me espera que sufrir¡ ¡Qué infierno constituye y constituirá en adelante para mí la dirección espiri– tual, el poco o mucho tiempo que me resta de vida, y qué infierno me acarreará la misma en el otro mundo! Otra prueba de que es el diablo y no Dios quien me ha metido en la cabeza la idea de la dirección espiritual me ha dado mi Padre en lé\. plática de la pasión dominante. Me ha dicho que me fije a ver qué es lo que más me duele o siento en las reprensiones, contrarie– dades, avisos o advertencias que me hacen las religiosas; y lo que yo más he sentido, mejor dicho, lo único puede decirse que me ha dolido, es el que me hayan indicado o molestado por causa de la dirección; luego mi pasión dominante es la soberbia, el deseo de comunicar lo que pasa en mi alma a los Confesores y Directores y de ser dirigida en todo por ellos. Esta es mi pasión dominante y de la que se ha valido el diablo para apartarme de mi Dios y hacerme caer en este estado de pecado en que me encuentro. ¡Y ay de mí si 110 procuro cuanto antes librarme de la dirección espiritual!, pues el mismo Padre 111e obligará a prescindir de la dirección cuando vea el funesto resultado de. mi trato con él, el daño que hago a su alma, y que todo lo que yo escribo y le comunico es producto de mi entendimiento, una pura ficción, una pura mentira, pues tengo una voluntad perversa, no hay en ella ninguna virtud, sino peca– dos y pecados, nada más. Y si fuera santa de verdad, no lo sería de entendimiento solamente, sino que lo sería también en mi volun– tad, que es donde está o debe de estar la virtud y santidad. Pero ¿qué digo?; si mi Pad1:e no necesita de tiempo para ver el resultado final de mi' correspondencia con él, pues ya lo ve y tiene visto, y sabe que soy un alma perversísima, pecadora cual ninguna, hipó-

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