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26 CORRESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P. MARIANO y compañía de mi amabilísimo Padre, de mi único Amor, Dios, Pa– d1'e, Hijo y ·Espíritu Santo y mi Purf,ima :1\ladre la Virgen Marí::.: Si no quiero recibir otro como me tiene dicho y n:– petido muchas veces mi Padre, conculcar a todas las criaturas y ale– jarme a distancias infinitas de ellas, y en adelante, entre las religio– sas (lo propio digo entre seglares, cuando trato con ellos), vivir y portarme en todo como un ser del otro mundo, como extraña y pe– regrina, como quien está ausente de su patria y de paso para ella, y como quien, absorta en la contemplación del objeto amado, Dios, no se halla en estado de tratar con las criaturas ni de atender a ellas, ni de responder a sus preguntas, sino en Dios, por Dios y según Dios, en la forma que me trata, atiende y cuida de mí mi Angel Cus-– todio, en cuya conducta conmigo me inspiraré yo en concepto de re– ligiosa y superiora, estoy obligada a observar en mi trato y comuni– cación con las religiosas para unir este: trato y comunicación huma– na con la vida divina que debo vivir en Dios y con Dios en el cielo al tiempo mismo que vivo con el cuerpo en la tierra, como me in– dicó mi Padre. 9.-Pero no sólo me ha perjudicado el trato de las religiosas y he sufrido desengaños por parte de ellas, sí que también el trato y comunicación del P. Confesor, de quien también he recibido desen– gaños y por quien también he sufrido y sufrido muchísimo más que por las religiosas. Por complacerle, por temor de disgustarle, por no atreverme a exponer lo que sentía en mí, contrario de lo que me decía, vendí mi alma al demonio con mentiras y ¡ay Dios mío!, qué tormentos, qué angustias, qué horrores sufrí, en qué trabajos y ago– nías me vi ante mi Dios. en la idea de que le había pospuesto a un hombre terreno, aunque Ministro suyo! ¡Qué congojas, qué pena_s tan grandes, qué torturas y angustias de alma y de corazón sufrí por haber ofendido a mi Dios por complacer-a una criatura o por temor de disgustarle! Así ofendí a mi Dios en un trato aprobado y bendi~ to y mandado por el mismo Dios y que comenzó con tantos favores y prodigios, con tantas bendiciones y demostraciones de agrado del mismo Dios, ¿qué puedo esperar, o qué s_¡:; puede esperar de mí, de la dirección actual y de mi trato y comunicación con mi Padre'? Pecados y nada más: y pecados mayores, si cabe todavía, que los que cometí con el Sr. Deán, mejor dicho los he cometido ya y estoy co-
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