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24 CORRESPONDENCIA DE LA M, ANGELES CON EL P. MARIANO establo de bestias, casa de mujeres inmundas, morada de viejos de– testables, una mujer perversa, una religiosa tibia, una monja escan– dalosa que arrojada por Dios de su pecho divino, de su corazón, de su boca, yace, como dijo mi Padre, retenida en el camino de la san– tidad sin dar un paso adelante hacia mi Dios, para quien no exist,o ni vivo por ejecutar mis obras todas sin espíritu ni rectitud de inten– ción, por rutina, mal. Soy la religiosa ciega y dura de corazón que lleva en su tibieza el signo de reprobación e impenitencia final, para quien ya no existe remedio, pues ya nada me conmueve, sirve ni aprovecha, y con los mismos remedios que otras sanan y se santifi– can enfermo yo. Dios Nuestro Señor está dando voces por medio ele sus Ministros, avisando el peligro y peligros de condenación en que vivo y estoy, y yo no le escucho ni atiendo. Me está pasando lo que al rey David cuando fué elsprofeta Natán (1) a avisarle del mal es– tado de su conciencia, que no le entendi6 lo que le quería decir. Me ha comprendido el castigo que amenazó Dios a los judíos profana– dores del templo indicado por mi Padre en su epístola, que la pro– fecía para mí será un libro cerrado, porque me ha castigado con la ceguedad y dureza de corazón que me impide ver y entender lo que me dice el Señor y convertirme a El. He quedado ciega sin poder ver los gravísimos pecados que cometo y escándalos que doy, ni los graves daños que ocasiono a la Comunidad y a cuantos me tratan y rodean, induso mi Padre y Confesores, con el pestífero aliento de mis palabras y malos ejemplos, siendo así que los Confesores y re– ligiosas están escandalizados de mí, hablan entre sí de mis defectos o al menos. dentro de su corazón, como los israelitas de David cuan– do éste pecó; y yo, ciega más que David, nada veo ni entiendo, ni, caigo en cuenta de los mil y mil ascos que hacen todos de mí, ni de lo que juzgan, piensan y critican dentro de su corazón lo que no exteriormente; antes bien, pienso que me quieren y tienen por una santa y esto después ele tantos avisos como me ha dado el Señor por medio, ya ele una, ya de otra religiosa o conducta de las mismas con– migo, y, sobre todo, por medio de mi Padre espiritual, por quien me ha hecho ver bien claro quién soy y la impenitencia final en su carta epistolar. ¡Ay de mí!, ¡qué juicio me espera! (1) Cf. JI Reg. XII, 1 y sigs.
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