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CARTA LIV, 20 JUNIO 19rr 21 pues era el único regalo que deseaba, le expuse la situación de Sor N. y lo que me ocurría con ella y le pedí que si era voluntad suya le concediera la gracia necesaria para manifestar la conciencia en la ábrma que exigía de ella, etc.; y la misma petición hice o repetí cuando entró el Señor en nuestra iglesia. Cua:ndo marchó la proce– sión, llamé a Sor N. a la celda prioral y la dije lo que entendía de la voluntad de Dios. A lo que me contestó. diciendo que era esa la gra– cia que había pedido a Jesús en la visita que acababa de hacer a la Comunidad y que con mucho gusto me diría todas sus faltas. Le fa– cilité la confesión en la forma que el Señor me había indicado repe– tidas veces, y entre la noche del' día citado y día siguiente hizo la confesión o manifestación de todas sus faltas a satisfacción suya y de Dios Nuestro Señor. Mi espíritu ardía en amor de aquella alma y por esto, y porque era Dios y no yo quien escuchaba y le ayudaba a la humilde confesión y manifestación de sus defectos, éstos quedaron anegados, mejor dicho, consumidos en el fuego del amor de Dios, y el Señor cambió por completo el estado de aquella alma, la que es hoy tan distinta de la que era que parece otra, aunque siempre fué buena. Muchas cosas más me han pasado con ella porque el espíritu santo y santificador que se apoderó de mi alma para santificar a di– cha religiosa me ha hecho hacer cosas que no sé expresar; pero estoy muy contenta y agradecida al Señor, pues es mucho lo que amo a esta alma que de modo tan especial ha confiado a mi dirección. No he recibido ninguna mala impresión con el relato que me hizo de sus faltas, y aunque me hubiera dicho todos los pecados que se ha1~ co– metido desde el principio del mundo, no me hubiera escandalizado, pues hay en mi alma un espíritu que tiende a cebarse, o no sé qué, en todas las almas manchadas con pecados para santificarlas, y pa– rece que quiere absorber todos los peca;dos del mundo para redu– cirlos a cenizas, así que me abraso en amor de los pecadores y sien– to una inclinación muy grande hacia ellos, y no me escandaliza IÜ recibo ninguna malaimpresión con la vista o noticia de los mayores pecados que pueden cometerse en el mundo, antes. bien cuanto más pecados veo, más amor siento hacia las almas manchadas con di– chos pecados. Sin embargo, por si algún día me privase Jesús .de este espíritu de caridad, y el demonio intentase hacerme algún
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