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lI4 CORRESPONDENCIA DF. LA M, ANGELES CON· EL P•. MARIANO que todas las tristezas y temores que me acometerán por lo que le voy a decir, que es lo siguiente: 2.-1.0 Desde los Santos Ejercicios posee mi alma un bien que no puedo expresar, pero que reconozco es de un valor infinito, y cuyos efectos son urí amor purísimo a mi Dios, un deseo ardiente de su gloria y un testimonio interior allá en lo más íntimo del alma que dice: "Soy toda de Dios y Dios es todo mío... Amo mucho, mtlcho a mi Dios y soy muy amada del mismo Dios, porque toda yo soy de Dios y todo Dios es mío." Es una cosa que se siente allá en lo más intimo del alma y me hace ver que entre Dios y el alma existen relaciones tan íntimas que ni el alma puede amar ni desear gozarse en otra cosa que la gloria y felicidad de Dios, ni Dios puede dejar de amar con predilección y favorecer mucho al alma. Todas estas cosas y cada una de ellas, y muchas más que no puedo decir, me sacan fuera de mí siempre que me pongo en comu– nicación directa con Dios, por el amor intenso que producen en mi alma hacia el mismo Dios. Es por esto que no puedo oír hablar de Dios ni pronunciar las palabras "gloria de Dios, amor de Dios al alma o el amor del alma a Dios" sin perderme toda en el mismo Dios y desmayar o empezar a bramar como un toro a causa de las ansias de amar y glorificar a Dios del gozo y angustias que expe– rimento en mi alma. Por lo cual, si estoy en comunidad cuando preveo que me va a suceder esto, me salgo para no llamar la atención. Que esto es divino lo sé ciertamente por los efectos que produce . en mi alma; pues en cada caso de éstos queda mi alma muy 'bien después que cesa aquella visión o locución divina, durante la cual me veo muy cerquita de Dios Uno y Trino. No sé si me explico ni si me entenderá lo que le quiero decir, aunque supongo que sí. .. 3.-2.. 0 El día primero delnovenar.io de Nuestro ·seráfico Pa– dre me pareció ver a Jesucristo con mucha majestad y gloria en una especie d.e cielo, en que parecía el mismo cielo empeñado en ho~rar a nuestro Seráfico Padre a presencia de todos los bienaventurados, y a nuestro Padre abrasado todo en el amor de Jesucristo y eri el celo de su gloria, haciendo mil protestas de humildad y empeñado en referir a la gloria del mismo Jesucristo todos los honores que Este le daba. Sentí yo vivos deseos de poseer el espíritu de nuestro

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