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CARTA ~XVII, 8-r2 OCTUBRE r9rr ro7 es todo descanso y dulzura, porque se acomoda a su manera de ser y no las obliga a violentarse como a mí, y lo que es más triste, sin esperar más premio que la condenación eterna de mi alma por todos los sacrificios que hago, etc., etc. ¡Qué desgraciada soy!-decía-, ¡qué poca suerte tengo! Las de– más han nacido para gozar dos paraísos, uno en esta vida y otro en la otra ... ; yo, para sufrir eternamente ... , para vivir pecando siem– pre y ofendiendo a mi Dios y a costa de sacrificios. No mando a füi Padre la cuenta de conciencia que escribí anoche, o si la mando, le diré que ya no vuelvo a escribirle más que una vez al mes, o si no cada ocho días, pero para. confesarle mis pecados nada más. Así estuve vacilando entre el deseo de remitirle la carta (para que viendo lo que me cuesta, me levante el precepto de escribir y deje vivir tranquila y en paz, y viendo mi necesidad, me hable de Dios ... ) y el temor de ofender a mi Dios comunicando lo que nó debía; etc., etc. 12,-Mas al oír cantar a las religiosas "Qh Serafín abrasado", et– cétera, entró mi ·alma en un mundo distinto del que había estado y desaparecieron los temores. Y en lugar de "qué desgraciada soy", empecé a decir aquel versículo del Salmo no sé cuántos: "En deli– cioso sitio me cupo la suerte.... (1) ; hermosa es a la verdad la heren– cia que me ha tocado, Jesucristo, Dios infinito en atributos y per– fecciones Humanado... " ¡Oh, qué bello es! R.azón tenía mi alma en decir hace unos momentos que en Dios hay inefables dulzuras y que todo El es suavidades, .. (1) Salmo XV, 6.

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