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106 CORRESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P. MARIANO Algo más tenia que decir, pero no me atrevo; si es voluntad de Dios que lo diga, otro día lo haré. Es mucho lo que temo faltar comunicando mis cosas. 10.-En Misa, después de la elevación, me pareció ver mi alma en forma de un armiño blanquísimo que obligado por un cazador a que se introdujera en un terreno situado junto al en que estaba él, se resistía a entrar en él, diciendo: "Antes morir que entrar yo en. ese lugar sombrío y tenebroso y sucio a enlodazarmé de nuevo.,. Inmediatamente volv.í a ver, o se me representó, el muro de divi– sión que había visto por la mañana, con su floreciente pradera si– tuada de la parte .opuesta, la que, comparada con la clarísima re– gión en que y9 estaba, me pareció triste y sombría, y, por añadidura; sucia como el terreno en que rehusaba entrar el armiño. Entendí. que el cazador que me perseguía y mandaba introdu– cirme en aquella al parecer amena y floreciente pradera era Vuestra Reverencia, que me manda pensar en. un pasado que no quisiera re– cordar y mucho menos insertar en el papel. Máteme antes que hacer– me escalar este muro de división que Dios ha colocado en mi vida -repetía yo también-, que me cuesta mucho aun pensar en lo ocu– rrido en mi almél en el mes de mayo, ¡cuánto más tender la vista aún más atrás! Sentí una gran pena, pero comprendiendo que el mérito estaba en obedecer en aquello que más cuesta... resuelvo-dije– romper esta dificultad y ponerme a escribir con formalidad, cueste lo que costate ... Algo se me ha quitado el horror que ayer tenía a los escritos, pero no el sufrimiento. Con todo, he escrito lo poco que he podido, aunque con repugnancia, conforme con la voluntad de Dios. 11.-Día 8. Anoche, mejor dicho, a la primera hora del día .pre– sente, me acosté temblando de miedo por los temores que me espe"' raba vendrían a visitarme no tardando, y .no me equivoqué. Desde las cuatro hasta las siete he estado envuelta en tristezas y temores, pensando que no tengo espíritu de Dios, que estoy en mal estado, que peco en. comunicar lo que pasa por mi alma, pues no merece la pena; que soy una desgraciada por el cargo de abadesa, que me " parece una esclavitud insoportable que yo no puedo sufrir, ya tam- bién por la dirección espiritual que me somete a tantas penas y me condena a estar siempre escribiendo, siendo así que para las demás
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