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Jesús en el pesebre. ¡Qué besos le dieron! ¡Qué contentos estaban! Les enseñé varios villancicos que cantábamos to– dos. ¡Cómo sintieron que no hubiera cenado con ellos! Pedí permiso en casa de Moutas y el día de Nochevieja les pagué otra vez la cena y cenamos todos juntos. Disfruté mucho con ellos, porque esos días tan alegres es cuando me doy más cuenta de mi soledad "de familia", porque de otra cosa, no, gracias a Dios. Y ya, tan bien dispuestos estaban, que el día de Reyes se confesaron y el día siguiente comulgaron todos. El señor Cura, que les dijo la misa y los había confe– sado, estaba emocionadísimo". A continuación refiere el caso de Vicente -una especie de Judas- que la engañó. Fingió que no sabía leer, ni es– cribir, ni Catecismo, ni había hecho la Primera Comunión, para mejor acercarse a ella, sacarle los cuartos y largarse, como lo hizo. Comenta Leonor: "Yo lo hice todo por bien y fuí "una pitina", como dicen aquí. Me equivoqué, pero no por eso hay que dejar de "apostolar". El dicho Vicente hizo de todo: de comediante, de peregrino, y en ese disfraz loco– nocí yo. Un caso de risa, si no fuera por las ofensas a Dios". • • • Hablando de su apostolado con los presos de Tudela de Veguín, dice Leonor: "No hay como el camino de la bondad. Lo vi palpable en Tudela de Veguín, con ese cen– tenar de presos que tanto me querían y no sabían qué darme ni qué hacer conmigo, para demostrarme su gratitud y afec– to. Ya el primer día que fuí, al verme entrar en el comedor, en donde estaban, dos de ellos se echaron a llorar y uno me 94

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