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PRESOS Los presos también llamaron poderosamente la aten– ción del Corazón de Leonor. "Ni son todos los que están, ni están todos los que son", podríamos repetir de los presos, como se ha dicho de los dementes o transtomados mentales. Por lo menos sabemos que varios de esos presos fueron víctimas de una obcecación momentánea, que ellos mismos lamentaron amargamente después. O bien fueron víctimas de unos condicionamientos tan duros, de unas circunstancias tan adversas para el nor– mal desarrollo de su personalidad, para su pacífico vivir y discurrir por la vida, que -medio inconscientemente– optaron por tirar por la calle de en medio y llevarse por delante todo lo que por delante se les puso. No es fácil que Leonor -aunque inteligente y perspi– caz- se hiciera muchos de estos razonamientos. Para ella el preso era un pecador más, redimido por la sangre de Cristo, y un pecador que, por estar privado de su libertad, se hallaba en una tesitura difícil, en la encrucijada de un doble camino: el camino de la rebeldía y desesperación y el cami– no del arrepentimiento y regeneración espiritual. Lo que Leonor pretendía era ayudarles, empujarles para que entra– ran por este segundo camino; Y a fe que lo consiguió muchas veces, como ella misma lo reconoce con humildad y lealtad. Escuchémosla. "Estando en Pravia (con la familia Montas), un día de Nochebuena pagué la cena a los presos. Les llevé un Niño 93
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