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presentaba, muy de mañanita, en los lugares en que se rea– lizaban obras de construcción importantes, como un túnel, la Caja de Ahorros, .etc., para llevar a los obreros chucherías, cigarrillos, revistas y hasta coñac, si era invierno. Por cierto que, más de una vez, tropezó y besó el santo suelo, lastimán– dose la cara y las maiios. Pero esto, ¿qué le importaba a ella si había llevado a sus hermanos una gota de consuelo, un rayo de esperanza o un poco de calor espiritual y corporal? Cerremos ya este capítulo con la voz autorizada de quien, mejor que nadie, podía conocer a Leonor por haber sido su Director espiritual bastantes años: el Padre Revuelta. Dice el Padre Revuelta: "El apostolado entre los obre– ros, sobre todo del ramo de la construcción, lo hacía por la mañanita, cuando se iban reuniendo para comenzar el tra– bajo. Nada de largos sermones; alguna palabra buena, mu– cha estima, mucho amor y pequeñas obras de caridad. Cuando veía algún grupo de obreros reunidos charlando o descansando, se acercaba a decirles algo o a darles alguna cosa que llevase. Eran apostolados menudos, pero hechos con todo amor y delicadeza". 87

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