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lica, se les pudo habilitar local para comer y dormir en la casa social de la H. O. A. C., plaza del Ayuntamiento". Haciendo un breve peréntesis en la relación tan deta– llada de Don Bernardo Gil, hemos de constatar que, según nuestros informes, fue la propia Leonor la que se personó en la estaci6n del Norte y busco, como nadie, la solución a tan grave problema. Ella pidió mantas a la Adoración Noc– turna para que las llevaran a la parroquia de San Isidoro y pasaran allí la noche muchos de los despedidos de ENSIDESA. Lo demás nos lo va a seguir contando Don Bernardo. "Ahí vía Doña Leonor servirles de comer, traer cober– tores para abrigar las pobres criaturitas que traían, y otras prendas para cada uno de ellos, en una actividad asombrosa para su edad. Después ví llegar a una docena de hombres de la clase alta de la sociedad trayendo dinero y alimentos, de parte de Doña Leonor, para aquellas gentes. Y lo más singular del caso fue que, después de darles de cenar, con aquella angelical sonrisa que la caracetrizaba, invitó a todos los que eran padres de familia, a que la acompañasen a la iglesia de San Isidoro, lo que hicieron todos sin poner el menor reparo y dando, por el contrario, grandes muestras de alegría. ¿Era esto consecuencia de estómagos agradeci– dos? No lo sé. Lo único que sé, que fueron todos, menos las que tenían niños pequeños, sin el menor indicio de descon– tento, y rezaban todos en la iglesia, dirigidos por Doña Leonor, con el mayor fervor". Don Bernardo Gil, conmovido, convencido, maravillado 76

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